Mi hermano Coco

 Una tarde de Mayo se fue al cielo abrazado a su Topo Gigo. Mamá se quedó muy sola, con su dolor a cuestas, sin nada más en este mundo. Se llamaba Daniel, pero todos le decían Coco; a decir verdad, "Daniel" es un nombre que detesto, solo me ha traído dolor y malos recuerdos, por eso para mí, mi lindo angelito siempre será Coco, mi Coquito.

Solo tenía tres años, y un tumor cerebral apago su vida, allá por el '70. Mamá no tenía familia, había crecido en un colegio de monjas, y mi progenitor... lo mejor que le pasó fue que la abandonará. Poco días después supo que estaba embarazada, y con esa fortaleza única que guardaba en su corazón, se metió todo su dolor en el fondo de su alma y me dio la vida.

De niña crecí escuchando el relato de las travesuras, juegos y fantasías de mi pequeño hermanito, ese "ángel que me  cuidaba desde el cielo", como siempre decía mamá. Y a través de esos relatos, tan vívidos de mi madre, aprendí a conocerlo, amarlo y, en cierta forma, compartir juegos, meriendas, infinitas aventuras.

A veces, me imagino cómo hubiese sido mi vida si ese tumor no me hubiese robado a mi  hermano... Seguramente, me hubiera ahorrado más de una lágrima y desengaño. Quizá nos hubiéramos peleado mucho; pero, sin dudas hubiera sido mucho mejor. La vida siempre es mejor junto a los que amamos.

Ahora, los imagino allá en el Cielo, juntos, esperándome; son tantos juegos, cuentos, domingos los que nos debemos... tantos domingos como este, Día del Niño, con nuestros juguetes, junto a mamá, escuchando sus historias, esas que nos hacían soñar... Y algún besito de las Buenas Noches, de su Topo Gigo. 

Ese beso que le deja hoy mi corazón sobre la vieja foto que el tiempo fue ajando, sin poder ajar su carita viva de tierna picardía, ni el amor que no puede matar ningún tumor...

¡Feliz Día del Niño, Coco!

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