Amigas

 Algunos lo llaman casualidad, otros suerte o azar, otros destino. Yo lo llamo Dios; y nadie más que él podía saber cuánto quería volver a encontrar a mi vieja amiga de la infancia, de la adolescencia. Tonterías  propias de aquella edad de arrebatos e impulsos viscerales,  nos alejaron, pero siempre había quedado vivo en mi corazón el deseo de volvernos a encontrar, charlar de tonteras, dichas y dolores, con aquella cómplice camaradería, que ya nunca volví a tener con nadie más. No es que a mis días le haya faltado buenos amigos, no. Pero como dice la vieja canción de Cortés, "cuando un amigo se va, queda un espacio vacío que no se puede llegar ni con la llegada de un nuevo amigo". Y, tal cual, porque cada ser es único, irrepetible, especial, sobre todo cuando se trata de un amigo.
Siempre le he tenido un poco de temor a los reencuentros, por aquello de que segundas partes no son buenas; sin embargo, fue darme cuenta quien me llamaba, para que la conexión fuese como hace 30 años atrás. Larga charla, que siguió con mensajes y fotos, recuerdos de un tiempo en que creíamos que íbamos a conquistar el mundo y fue el mundo el que nos conquistó a nosotras. Ausencias y nuevas presencias; amores y desencantos, la vida que se nos fue en estos años, pero que nos dio la oportunidad de volver a compartir, a reírnos, a llorar juntas. La amistad tiene ese encanto...
Es imposible volver el tiempo atrás; las decisiones que tomamos, los caminos que elegimos andar, las gentes que nos acompañaron y las que nos olvidaron, todos en su medida, nos fueron haciendo la persona que somos. Todos dieron luces y sombras a nuestras vidas. No soy de las que nunca se arrepienten de nada, al contrario, creo que me arrepiento de casi todo lo que hice; pero, no puedo cambiar lo pasado, simplemente, puedo aprender de sus errores y, con la experiencia a cuesta, mejorar el presente, proyectar el futuro, pues, ese futuro llega, tarde o temprano, y será tu presente el que lo defina, lo encause, lo dirija. Por eso, tampoco creo que solo sea el día a día; cada día, debe estar proyectado hacía el mañana, sin desesperación, con confianza, con la certeza de que vamos andando y que en ese andar, habrá presencias que un día serán ausencias y el tiempo de decir "te amo" es hoy, siempre y en todo lugar.
Ahora, he aprendido que la vida no siempre da segundas oportunidades; tengo conciencia de que hay seres que ya no volveré a ver, por eso, cada amistad es un tesoro que no pienso desaprovechar y esta "segunda parte" puede ser mucho mejor que la primera, porque los verdaderos amigos, aunque lejos, invisibles, siempre están presentes y, también, esa complicidad que los hicieron especiales, únicos, que  nos arrancan algún lagrimón... ¡y cientos de sonrisas más!


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