Comenzamos 2021 juntos

La mañana amaneció con el típico silencio de cada 1 de enero. Después de los ruidosos festejos de la noche, este silencio se me hace delicioso; el silencio para mi siempre es delicioso. Pasé muchos Años Nuevos sola después de la partida de mi madre, rodeada de gente que se me hacían sombras distantes. Algunos pocos, los pasé en casa, sin nadie alrededor, soportando la pirotecnia y la cumbia de mis vecinos, preguntándome ¿qué festejan? Hasta el día de hoy, sigo sin entender qué festejan o mejor, ¿esto es festejar, ser feliz? Al menos, para mí, esa dantesca confusión de alcohol, cumbia y ruido, está muy lejos de un festejo y, más aún, de algo siquiera parecido a la felicidad. Para mí el silencio y la quietud de mi morocho durmiendo serenamente es la más plena y deliciosa felicidad.
Esperar el comienzo de un nuevo año junto a mamá era una fiesta, porque ella estaba ahí, con su sonrisa, con esa terca certeza de que el nuevo año traería momentos felices, nuevos proyectos, y todo se encaminaría para bien;  "Dios aprieta pero no ahorca" siempre decía y yo pensaba que en realidad, no era Dios el que "apretaba", eran los seres humanos y sus mezquindades, él, más bien, nos liberaba de ese apriete; pero, mamá nunca iba a pensar que alguien quisiera hacer daño... "no se dio cuenta", "tiene mal carácter, pero es buena persona", "tubo un mal día" y siempre había alguna disculpa. Mamá hacía que la llegada de un nuevo año fuese feliz con su sola presencia, porque siempre estaba dispuesta a tender la mano, a perdonar, a amar. Y, sin dudas, esa es la única receta efectiva de la felicidad. 
Al partir, se fue la única persona que me amaba verdaderamente. Todos los demás solo son presencias, mejores o peores, pero nada más. 
Mi morocho, cambio por completo el sentido de mi presencia en este mundo, me devolvió las ganas de amar verdaderamente a alguien, y encontré la felicidad, esa de la que siempre hablaba mamá. Por eso, festejar no es aturdirse con ruido y alcohol; ser feliz no depende ni del banquete o el lugar. Festejar es verlo tirar sus "tronadores" y encender sus "estrellitas" con la inocencia encendida en su cara; ser feliz es que él esté ahí, frente a mí, jugando, riendo, creyendo en sus sueños. 
No "espero" que este sea un buen año; tengo la plena certeza de que este será un año feliz, porque él esta junto a mí, porque pudimos comenzarlo juntos y lo transitaremos juntos. Con todas sus luces, con todas sus sombras, este nuevo año lo viviremos juntos. ¡Y, esa, es la verdadera felicidad!


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