La mañana del 6 de enero.

 La mañana del 6 de enero siempre ha sido mágica. Desde que tengo memoria, ese misterio amoroso del regalo sobre los zapatos ha tenido para mí un significado mucho más profundo que la simple leyenda de Melchor, Gaspar y Baltazar; ha sido la reseña más sencilla y pura de la palabra MAMÁ.
En los 26 años que mi vieja estuvo a mi lado en esta vida, esa noche de reyes magos la ha definido en todo su amor, entrega, sacrificio, bondad, generosidad. Jamás faltó un regalo, fuese una muñeca o un caramelo o unas pocas líneas para decir "te quiero", el regalo amanecía ahí, en los zapatos nuevos, del diario o algo gastados, pero ahí, como una señal de que para el amor de mamá no existen imposibles.
Cómplices eran, sin dudas, de todas sus hazañas Melchor, Gaspar y Baltazar, por conseguir el regalo pedido, para esconderlo, para inspirar el cuento o leyenda de por qué pasaban de noche, por qué eran los padres sus fieles ayudantes, para que, finalmente, apareciera sobre los zapatos el regalo "mágico", que aunque lo comprará en el kiosco de la esquina, llegaba de un reino lejano, atravesando desiertos encantados y superando fantásticas aventuras. Mamá tenía el don de transformar un simple caramelo, en un manjar exótico, exquisito o una pobre muñeca de trapo, en un objeto único, invaluable. 
Después de su partida, ya no volvieron a pasar por casa los Reyes Magos; solo la dulce melodía de la "Misa Criolla", "...llegaron ya, los Reyes eran tres, Melchor, Gaspar y el negro Baltazar"  resonando en cada Pesebre Viviente de mi parroquia y la carita de felicidad de lo chicos cuando le repartía la bolsa de golosinas, revivían un poco esa dulce magia del 6 de enero...
Pero, un pequeño morocho, irrumpió en mi vida, con toda su inocencia, sus ansias de vivir y los Reyes Magos, volvieron por casa a visitarlo. 
De más está decir, que ya le aprendí todos los trucos para que el regalo aparezca en los zapatos por la mañana del 6 de enero, sin embargo, sigue siendo tan mágico como cuando era niña. Las preguntas de mi morocho, su sorpresa al despertar, la alegría de su juego inocente, me recuerdan el dulce significado de la palabra MAMÁ, y me hacen entender porque ella siempre decía: "No, Alita, no es ningún sacrificio, al contrario, para mi es mágico, ¡si hasta lo espero más yo que vos!"
Y, es que ser MAMÁ, no es ningún sacrificio. Es el mayor regalo de amor que Dios nos deja sobre el corazón.

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