Pinky

 Llegó a casa por unos pocos días, mientras sus dueños estaban de vacaciones, un poco temerosa, moviendo el rabo de su cola, casi, como pidiendo permiso. Su nombre era Pinky y sí, era una perra, bóxer, un poco entrada en años, pero tan cariñosa y juguetona como un cachorrito.
Fue amor a primera vista; yo era una niña de unos 6 años y me quedé atónita frente a esa bestia, que parecía hecha de dulce de leche y ternura. Era un animal que siempre había convivido con chicos, que habían crecido y seguido su camino; pienso que al verme, se sintió en su "habitat" nuevamente y se echó feliz en la sala de casa. 
Los "15 días" se hicieron 2 años. Nunca había tenido, hasta ese entonces, animales. Mamá solía desesperarse porque iba al encuentro de cuanto perro y gato se cruzara por mi camino en la calle, sin pensar si el pobre bicho quería mis besos y caricias... La llegada de Pinky se volvió un sueño hecho realidad. Mi propia perra, ¡al fin!
"Mira que sólo va a quedarse unos días" me repetía mamá tratando de que entendiera que no iba a quedarse para siempre; pero no servía de mucho. Ni Pinky ni yo estábamos dispuestas a separarnos. Al cabo de dos semanas, cuando sus dueños regresaron por ella, Pinky se fue a mis pies, como pidiendo quedarse y lloriqueando, se acurrucaba en mis brazos que, muchos menos "inocentes" que su mirada, no estaban dispuestos a dejarla partir. ¡Y ganamos! El matrimonio decidió que se quedara con nosotros, después de todo, el departamento al que se habían tenido que mudar hacía poco tiempo era muy chico para una perra de su porte y... "Mirá cómo se quieren, viejo" había concluido la mujer. 
Jugábamos todo el día; a las muñecas, a la veterinaria, a las escondidas, a la pelota... a lo que fuere. Salía de la escuela, y ahí estaba, echada a los pies de mamá esperándome. En casa, dormilona, siempre dónde yo estuviese y, cuando la correa avisaba que era hora del paseo, se desesperaba jugueteando, dichosa por salir. "Mirá cómo se hace la piba" me bromeaba mamá, cuando la tironeaba de la correa. Los domingos, en el Parque Chacabuco, cuidaba de mi campera y juguetes mientras me hamacaba. Todavía la tengo en mi memoria echada junto a la hamaca, mirando que nadie tocará nada; su ladrido alegre, sus patas enormes, su hocico arrugado, sus ojos de niña... 
Una tarde, mamá abrió la puerta de casa para que fuera hasta el árbol... pero nunca volvió a entrar. Nos extraño que no regresara de inmediato, conocíamos el rasguido en la puerta pidiendo salir. Iba hasta el árbol, hacía lo suyo y volvía a entrar. No se habían escuchado autos, lamentos ni ladridos, ¿qué pasaba? ¿por qué no volvía? Mamá fue a ver qué pasaba. Dio vuelta toda la manzana, preguntó a los vecinos, pero nadie la había visto. La búsqueda duró varios días. Eran los '70, no había Internet, ni redes sociales a que recurrir y todo se hacía mucho más lento, difícil. Por fin, alguien la había visto siguiendo a unos chicos. Dos días más tarde, la encontraron... muerta.
Siendo una perra de raza, se la habían llevado con la idea de hacerla tener cría, para después vender los cachorros; al darse cuenta que, además de ser grande, estaba castrada, la quisieron echar, pero mi pobre Pinky no sabía para dónde ir y la espantaron a pedradas. Y una fue fatal.
Mamá me dijo que se había ido a jugar con Jesús; fue ya de grande, cuando supe la verdad. Al ver que casi enfermo de tristeza, mamá trató de llenar el vacío trayendo a Frida; también la amé, pero "cuando un amigo se va, queda un espacio vacío que no se puede llenar ni con la llegada de un nuevo amigo"
Y así fue. Todos los perros y gatos que vinieron después, fueron especiales, únicos. Pero Pinky, siempre estará presente en mi corazón como mi perra, esa que me enseñó a amarlos a todos, a dar todo lo mejor del corazón, sin esperar nada más. 
La foto no es de Pinky; por desgracia, no me quedó ninguna. Googleando para hacer el post, vi muchas, muy parecidas, pero ninguna igual. Y, es que la raza no hace a nuestro perro; lo que lo transforma en ese ángel que jamás dejaremos de amar, son esos momentos silenciosos que nos regalan, esa capacidad de dar su corazón, sin emitir una sola palabra...


Te espero en TwitterFacebookYouTube y Pinterest


Comentarios

Contacto

Nombre

Correo electrónico *

Mensaje *